Una de las cosas que más me ha sorprendido desde que soy madre es que cada persona tiene su propia idea de la maternidad.
Y te juzga a bocajarro bajo su prisma particular.
Y por supuesto, cada una de esas opiniones, visiones, juicios… están tamizados por la propia experiencia de esa persona.
Si, además, es una persona de más edad que tú, entonces puedes estar segura que lo que estás haciendo no es todo lo correcto que debería ser.
Cuando tu bebé llega al mundo empiezan un sinfín de pequeñas – y grandes – decisiones. Obviamente algunas tienen más relevancia que otras, pero todas son importantes para ti porque es la primera vez que estás decidiendo por otra persona y eso conlleva una gran responsabilidad.
Miles de cuestiones y preguntas que hasta ese momento no sabías ni que existían empiezan a aparecer a tu alrededor: ¿lactancia a demanda? ¿comida triturada? ¿pendientes? ¿dónde duerme? ¿qué hago si llora? ¿la animo a ponerse de pie o la dejo en el suelo? ¿estos juguetes me gustan para ella? ¿le pongo ropa de color rosa? ¿y las vacunas? ¿antibióticos o homeopatía? ¿por qué solo se duerme conmigo? Y así hasta el infinito y con miles de nuevas dudas según el tiempo va pasando.
En este proceso de eternas preguntas y respuestas – que muchas veces ocurren dentro de nuestra cabeza y afortunadamente también con nuestra pareja – empiezan a aparecer personas que, en la mayoría de los casos sin que se les pida, te dan su opinión.
Creo que la mayoría de los que opinan sobre lo que una madre debería o no hacer lo hacen de buen corazón y pensando que están brindando un servicio a la madre novata. Pero se equivocan.
Desde que soy madre me han dicho cosas que me han dado mucha rabia. Frases del tipo “has decidido darle pecho, ¿por qué?, ¿cómo es que duerme con vosotros?, ay, pobrecita, no le has puesto pendientes, la estás malcriando con tantos bracitos, déjala llorar que así se le hacen fuerte los pulmones…” y otras por el estilo.
Estos comentarios y juicios sobre las decisiones que como madre he tomado sobran, no los he pedido y por tanto no los quiero. Y como estos muchos otros que miles de madres tienen que aguantar cada día porque otras personas consideran que no lo están haciendo como deberían.
Quiero reivindicar desde aquí que hay mil maternidades posibles y que todas son igual de válidas.
A mi me da igual si le das el biberón o el pecho, si duerme contigo o en su habitación, si lo vistes de un color o de otro, si come sólido o triturado, si lo llevas a la guardería o no, si está todo el día encima de tus brazos o en la cuna.
Por supuesto tengo mi opinión sobre cada una de estas cosas y he tomado decisiones al respecto pensando que es lo mejor para nuestra familia. Pero eso no implica que lo sea para todo el mundo.
Me gustaría que hubiera más respeto sobre qué es la maternidad y que pudiéramos vivirla libre de juicios de valor. Opiniones externas que, casi sin darnos cuenta, van haciendo mella en nosotras y nos hacen replantearnos cosas que creíamos que teníamos muy asumidas – sobretodo cuando estos comentarios te los hace alguien muy cercano que para ti es importante.
Creo que existen tantas formas de vivir la maternidad como madres hay en el mundo.
Cada una de nosotras la experimenta a su manera y se enfrenta a todo lo bonito y lo difícil que conlleva como cree que es mejor para ella y su familia. Y eso merece respeto, incluso aunque no lo compartas.
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